viernes, 19 de abril de 2013

Voces de los jóvenes: Asistir al templo


Los jóvenes comparten sus testimonios del templo y de las lecciones que han aprendido al ir a la casa del Señor (véase D. y C. 110: 7).
En la Conferencia General de abril de 2011, el presidente Thomas S. Monson aconsejó: “Mis jóvenes amigos adolescentes, siempre tengan el templo en la mira” (“El Santo Templo: Un faro para el mundo”, Liahona, mayo de 2011, pág. 93). Pedimos a varios jóvenes que compartan las bendiciones que han recibido por asistir al templo. A continuación se encuentran algunas de sus respuestas. ¿Cuáles son algunas de las bendiciones que has recibido por asistir al templo? Comparte tu experiencia a continuación.

Sabes que estás haciendo algo grandioso

Chloé D., Nevada, EE. UU.
El año pasado, mientras visitaba a unos familiares en Wisconsin, mi prima y yo viajamos al templo con los jóvenes. Fuimos al Templo de Nauvoo, Illinois, y efectuamos bautismos por los muertos. Teníamos muchos nombres de familiares que llevamos al templo. Mi abuela nos contó acerca de una de nuestras antepasadas fallecidas con la que ella tenía una estrecha relación. Me bauticé en nombre de este miembro de la familia y otros antepasados, y fue una experiencia maravillosa, ya que pude sentir su presencia y supe que tendrán la oportunidad de aceptar la obra efectuada por ellos. Cuando voy al templo, sé que estoy haciendo algo grandioso.
El ver fotografías del templo me hace pensar que, a pesar de que hay templos en todo el mundo, se hacen las mismas ordenanzas en cada uno de ellos y se recibe el mismo Espíritu. Allí no pienso en ninguna cosa mala; en el templo sólo llenan mi mente pensamientos edificantes. Es un sentimiento asombroso pensar en cosas que puedes hacer para ayudar a los demás.

Puedo ayudar a personas que no tuvieron esa oportunidad

James N., Misisipi, EE. UU.
Cada vez que voy al Templo de Memphis, Tennessee, me gusta prepararme espiritualmente. Me gusta pensar en las personas por quienes se efectúan las ordenanzas. Muchas veces hay personas que han estado esperando por cientos de años. A veces pienso que no valoro mi propio bautismo; algunas personas nunca tuvieron esa oportunidad de aprender acerca del Evangelio y ser bautizados mientras estaban en la tierra. Creo que es grandioso ser parte de esa obra por ellos. Puedo ayudar a las personas que no tuvieron la oportunidad de bautizarse en la tierra y es asombroso poder hacerlo.

Nuestros compañeros de clase preguntan acerca de nuestros viajes al templo

Annalise K., Arizona, EE. UU.
El templo más cercano para mí es el Templo de Mesa, Arizona. Cada mes, mi escuela tiene días en que salimos de clase más temprano. El año pasado, mis amigos y yo comenzamos una nueva tradición en esos días donde salimos más temprano: vamos a la escuela vestidos con la ropa de los domingos y luego asistimos al templo para efectuar bautismos por los muertos. Sin duda me ha ayudado a adquirir un entendimiento más profundo del templo, de lo que significa y de lo importante que es. El asistir al templo con regularidad me ha ayudado a sentir el Espíritu con más frecuencia. Ciertamente, nos ha unido más los unos a los otros. También, muchos de nuestros compañeros de clase nos preguntan acerca de nuestros viajes al templo porque se dieron cuenta de que por lo menos diez de nosotros siempre vestimos con ropa de domingo los días que salimos más temprano. Este tipo de atención anima a otros jóvenes a asistir también.
Otra bendición ha sido asistir al templo con una amiga cuya familia se opone a la Iglesia. Pudo obtener su primera recomendación y ha sido maravilloso ver el efecto positivo que esto ha tenido en su vida.

Todos mis problemas desaparecen

Kole E., California, EE. UU.
Mi experiencia favorita en el templo fue cuando pude ir por primera vez. Fui al Templo de San Diego, California. Con el solo hecho de poder entrar en él, sentí que todos los problemas que tenía en la escuela desaparecían. Me sentí en paz al estar en el templo. Me invadieron sentimientos de felicidad. Estar en el templo me ayudó a centrarme en lo que necesitaba hacer en la Iglesia y en otros deberes. Era increíble poder ir y alejarme de todos los problemas que tenía.

Establecer metas para asistir al templo

El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, ha dicho: “Te exhorto a establecer una meta respecto a la frecuencia con que participarás de las ordenanzas que se ofrecen en nuestros templos en funcionamiento. ¿Qué puede ser más importante que asistir al templo y participar de sus ordenanzas? ¿Qué actividad puede tener mayor impacto y brindar más gozo y una felicidad más profunda que adorar en el templo?” (“¿Cómo podemos aprovechar al máximo nuestra asistencia al templo?”, Liahona, marzo de 2012, pág. 52).
Puedes establecer metas para asistir al templo por ti mismo. Por ejemplo:
  • ¿Con qué frecuencia irás?
  • ¿Cómo te prepararás con antelación para obtener el máximo provecho de tu experiencia en el templo?
  • ¿Hay otras personas a quienes podrías invitar?



Fuente: https://www.lds.org

viernes, 12 de abril de 2013

Mi invitación a la salvación

Emerson José da Silva


Me alegra que mi amigo nunca dejara de invitarme a ir a la Iglesia con él.
Cuando era joven, visité muchas denominaciones religiosas y estaba confundido porque cada una enseñaba diferentes interpretaciones de las Escrituras. No me sentía bien con la irreverencia que encontraba en algunas de ellas, así que desistí de tratar de encontrar una iglesia a la que asistir.
Varios años después, uno de mis amigos, Cleiton Lima, se bautizó en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. No me mencionó nada al respecto a pesar de que éramos buenos amigos, pero al pasar el tiempo, comencé a notar cambios en él. Los domingos por la mañana, generalmente iba a su casa para jugar al fútbol, pero nunca lo encontraba. Eso sucedió dos o tres domingos seguidos; finalmente, Cleiton me dijo que no podía jugar más al fútbol conmigo los domingos porque estaba honrando el día del Señor. Yo le dije: “Esta iglesia te está volviendo loco”.
Entonces Cleiton me invitó a asistir a la Iglesia. Le di una excusa, porque todavía estaba desilusionado con las religiones. Por diez meses Cleiton trajo a los misioneros para que me enseñaran, pero yo siempre encontraba una excusa o les decía que estaba muy ocupado. Sin embargo, él no se dio por vencido.
Un día de junio, me invitó a ir a un baile en la Iglesia. Bromeando, le dije: “¿Va a haber comida gratis y muchas chicas?”. Él, riéndose, ¡dijo que sí!
Tengo que admitir que fue mi estómago el que me convenció. Fui a la Iglesia y me encantó. Todos me recibieron muy bien, comí mucho y sentí interés por asistir a una reunión. Cuando llegué a la Iglesia el domingo, conocí a mucha gente y escuché sus testimonios. Yo no sabía nada sobre el Libro de Mormón, pero sentí el Espíritu del Señor cuando varios miembros de la Iglesia testificaron: “Sé que el Libro de Mormón es verdadero, que ésta es la Iglesia de Jesucristo y que José Smith fue un profeta llamado por Dios”. Nunca me había sentido tan bien. Aún no quería reunirme con los misioneros, pero esa reunión de testimonios me conmovió.
Invitemos siempre a nuestros amigos y familiares a aprender de este Evangelio. Ésta es la Iglesia de Jesucristo y ahora es el momento de invitar a todos a venir a Él.
La semana siguiente, Cleiton volvió a invitarme a ir a la Iglesia; yo no podía porque tenía otro compromiso. Pude ver la tristeza en su rostro cuando le dije que no sabía si podría ir.
Sin embargo, el domingo por la mañana me levanté con el deseo de ir a la Iglesia. Me levanté a las 6:50, lo cual era muy difícil para mí; me preparé y esperé a que viniera Cleiton. Él se sorprendió al verme cambiado y esperándolo. Ese domingo, el obispo enseñó la clase del sacerdocio; sentí muy fuerte la influencia del Espíritu y tuve la impresión de que debía tomar las lecciones misionales. Para cuando finalizó la reunión de los Hombres Jóvenes, sabía que me bautizaría.
Cuando terminaron las reuniones, le dije a Cleiton: “¡Quiero que me bauticen!”.
Pensó que estaba bromeando; pero luego dijo: “Si llamo a los misioneros, ¿te reunirás con ellos?”. Le contesté que sí.
Los misioneros que me enseñaron fueron maravillosos. Cuando escuché el mensaje de la Restauración, tuve una confirmación mayor de que debía bautizarme; pero quería saber por mí mismo la veracidad del Libro de Mormón. Los misioneros marcaron Moroni 10:3–5 en mi ejemplar del libro y me invitaron a que orara y preguntara a Dios si era verdadero.
La noche siguiente recordé que todavía no había leído el Libro de Mormón. Al comenzar a leerlo, sentí el Espíritu muy fuerte; oré, y antes de terminar supe que el Libro de Mormón es verdadero. Estoy agradecido a Dios por haber contestado mi oración. Me bautizaron en julio de 2006.
Más tarde presté servicio como misionero en la Misión Brasil Cuiabá, y mi amigo Cleiton sirvió en la Misión Brasil Santa Maria. Hicimos lo que Cleiton hizo conmigo: invitamos a las personas a venir a Cristo y las ayudamos a recibir el Evangelio restaurado al ejercer la fe en Jesucristo, arrepentirse, ser bautizadas y recibir el don del Espíritu Santo. Éste es verdaderamente el camino a la salvación.
Invitemos siempre a nuestros amigos y parientes a que conozcan este Evangelio, pues el Salvador invitó a todos cuando dijo: “Venid a mí” (Mateo 11:28). Sé que ésta es la Iglesia de Jesucristo y que ahora es el momento de invitar a todos a venir a Él.



Fuente: https://www.lds.org