viernes, 12 de abril de 2013

Mi invitación a la salvación

Emerson José da Silva


Me alegra que mi amigo nunca dejara de invitarme a ir a la Iglesia con él.
Cuando era joven, visité muchas denominaciones religiosas y estaba confundido porque cada una enseñaba diferentes interpretaciones de las Escrituras. No me sentía bien con la irreverencia que encontraba en algunas de ellas, así que desistí de tratar de encontrar una iglesia a la que asistir.
Varios años después, uno de mis amigos, Cleiton Lima, se bautizó en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. No me mencionó nada al respecto a pesar de que éramos buenos amigos, pero al pasar el tiempo, comencé a notar cambios en él. Los domingos por la mañana, generalmente iba a su casa para jugar al fútbol, pero nunca lo encontraba. Eso sucedió dos o tres domingos seguidos; finalmente, Cleiton me dijo que no podía jugar más al fútbol conmigo los domingos porque estaba honrando el día del Señor. Yo le dije: “Esta iglesia te está volviendo loco”.
Entonces Cleiton me invitó a asistir a la Iglesia. Le di una excusa, porque todavía estaba desilusionado con las religiones. Por diez meses Cleiton trajo a los misioneros para que me enseñaran, pero yo siempre encontraba una excusa o les decía que estaba muy ocupado. Sin embargo, él no se dio por vencido.
Un día de junio, me invitó a ir a un baile en la Iglesia. Bromeando, le dije: “¿Va a haber comida gratis y muchas chicas?”. Él, riéndose, ¡dijo que sí!
Tengo que admitir que fue mi estómago el que me convenció. Fui a la Iglesia y me encantó. Todos me recibieron muy bien, comí mucho y sentí interés por asistir a una reunión. Cuando llegué a la Iglesia el domingo, conocí a mucha gente y escuché sus testimonios. Yo no sabía nada sobre el Libro de Mormón, pero sentí el Espíritu del Señor cuando varios miembros de la Iglesia testificaron: “Sé que el Libro de Mormón es verdadero, que ésta es la Iglesia de Jesucristo y que José Smith fue un profeta llamado por Dios”. Nunca me había sentido tan bien. Aún no quería reunirme con los misioneros, pero esa reunión de testimonios me conmovió.
Invitemos siempre a nuestros amigos y familiares a aprender de este Evangelio. Ésta es la Iglesia de Jesucristo y ahora es el momento de invitar a todos a venir a Él.
La semana siguiente, Cleiton volvió a invitarme a ir a la Iglesia; yo no podía porque tenía otro compromiso. Pude ver la tristeza en su rostro cuando le dije que no sabía si podría ir.
Sin embargo, el domingo por la mañana me levanté con el deseo de ir a la Iglesia. Me levanté a las 6:50, lo cual era muy difícil para mí; me preparé y esperé a que viniera Cleiton. Él se sorprendió al verme cambiado y esperándolo. Ese domingo, el obispo enseñó la clase del sacerdocio; sentí muy fuerte la influencia del Espíritu y tuve la impresión de que debía tomar las lecciones misionales. Para cuando finalizó la reunión de los Hombres Jóvenes, sabía que me bautizaría.
Cuando terminaron las reuniones, le dije a Cleiton: “¡Quiero que me bauticen!”.
Pensó que estaba bromeando; pero luego dijo: “Si llamo a los misioneros, ¿te reunirás con ellos?”. Le contesté que sí.
Los misioneros que me enseñaron fueron maravillosos. Cuando escuché el mensaje de la Restauración, tuve una confirmación mayor de que debía bautizarme; pero quería saber por mí mismo la veracidad del Libro de Mormón. Los misioneros marcaron Moroni 10:3–5 en mi ejemplar del libro y me invitaron a que orara y preguntara a Dios si era verdadero.
La noche siguiente recordé que todavía no había leído el Libro de Mormón. Al comenzar a leerlo, sentí el Espíritu muy fuerte; oré, y antes de terminar supe que el Libro de Mormón es verdadero. Estoy agradecido a Dios por haber contestado mi oración. Me bautizaron en julio de 2006.
Más tarde presté servicio como misionero en la Misión Brasil Cuiabá, y mi amigo Cleiton sirvió en la Misión Brasil Santa Maria. Hicimos lo que Cleiton hizo conmigo: invitamos a las personas a venir a Cristo y las ayudamos a recibir el Evangelio restaurado al ejercer la fe en Jesucristo, arrepentirse, ser bautizadas y recibir el don del Espíritu Santo. Éste es verdaderamente el camino a la salvación.
Invitemos siempre a nuestros amigos y parientes a que conozcan este Evangelio, pues el Salvador invitó a todos cuando dijo: “Venid a mí” (Mateo 11:28). Sé que ésta es la Iglesia de Jesucristo y que ahora es el momento de invitar a todos a venir a Él.



Fuente: https://www.lds.org

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