lunes, 18 de febrero de 2013

El albedrío y la inspiración

(Bruce R. McConkie, (1915–1985) Of the Quorum of the Twelve Apostles


Se espera que hagamos todo lo que esté a nuestro alcance y que luego busquemos una respuesta del Señor, un sello confirmador de que hemos llegado a la conclusión correcta.

El albedrío y la inspiración

Cuando morábamos en la presencia de Dios, nuestro Padre Celestial, se nos confirió el albedrío. Eso nos dio la oportunidad y el privilegio de escoger lo que haríamos a fin de tomar decisiones libremente, sin imposiciones… Se espera que utilicemos los dones, los talentos y las habilidades, el sentido común, el juicio y el albedrío con los que se nos ha investido.
Pero por otra parte, se nos ha mandado buscar al Señor, desear tener Su Espíritu para obtener el espíritu de revelación e inspiración en nuestra vida. Nos unimos a la Iglesia y una persona con autoridad coloca las manos sobre nuestra cabeza y dice: “Recibe el Espíritu Santo”. Así se nos confiere el don del Espíritu Santo, que es el derecho a la compañía constante de ese miembro de la Trinidad, basada en la fidelidad.
De modo que nos enfrentamos a dos proposiciones. Una consiste en que debemos ser guiados por el espíritu de inspiración, el espíritu de revelación. La otra es que nos encontramos aquí bajo instrucción de utilizar nuestro albedrío para determinar, por nosotros mismos, lo que debemos hacer; y lograr un equilibrio entre ambas …
Ahora bien, si me permiten, me gustaría presentar tres casos de estudio, de los cuales quizá podamos extraer algunas conclusiones muy realistas y certeras respecto a lo que debemos hacer en nuestra vida. Tomaré esos ejemplos de las revelaciones que el Señor nos ha dado.

“No has entendido”

Caso de estudio número 1: Había un hombre llamado Oliver Cowdery… Él escribió las palabras que el profeta le dictaba mientras que el Espíritu se posaba sobre él en el proceso de traducción (el Libro de Mormón que estaba entonces en proceso de traducción). El hermano Cowdery era relativamente inmaduro en el aspecto espiritualmente en ese momento y buscó y deseó hacer algo más allá de su capacidad espiritual en ese momento. Él quería traducir por sí mismo. Y fue así que [preguntó] al profeta y éste presentó el asunto ante el Señor y ellos tuvieron una revelación. El Señor dijo: “Oliver Cowdery, de cierto, de cierto te digo: Así como vive el Señor, que es tu Dios y tu Redentor, que ciertamente recibirás conocimiento de cuantas cosas pidieres con fe, con un corazón sincero, creyendo que recibirás”. Y entonces algo que tal vez él recibió se define como un “conocimiento concerniente a los grabados sobre anales antiguos, que son de antaño, los cuales contienen aquellas partes de mis Escrituras de que se ha hablado por la manifestación de mi Espíritu” [D. y C. 8:1].
Tras haber tratado de ese modo el problema específico, el Señor reveló un principio que se aplica a aquella y a todas las demás situaciones similares: “Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón. Ahora, he aquí, éste es el espíritu de revelación” (D. y C. 8:2–3)…
De modo que preguntó; y, como saben, no tuvo éxito, fue totalmente incapaz de traducir… Se llevó de nuevo el asunto al Señor, cuya promesa habían estado tratando cumplirlas, y la respuesta llegó; llegó la razón por la cual él no podía traducir: “No has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme” (D. y C. 9:7).
Aparentemente, eso es lo único que se le había mandado hacer: pedir con fe; pero, el pedir con fe lleva implícito el requisito previo de que hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para lograr el fin que deseamos. Usamos el albedrío con el cual se nos ha investido. Usamos toda facultad, capacidad y habilidad que poseemos para que se produzca la situación en cuestión. Esto se aplica a la traducción del Libro de Mormón, a escoger una esposa, a elegir un empleo; se aplica a cualquiera de las diez mil cosas importantes que surgen en nuestra vida…

“¿Por qué me preguntas a mí?”

Pasemos al caso de estudio número dos: …[Los jareditas] llegaron a las aguas que iban a cruzar y el Señor le dijo al [hermano de Jared]: “Construye algunos barcos”…
Hay un fino equilibrio entre el albedrío y la inspiración. Se espera que hagamos todo lo que podamos según nuestro alcance y luego busquemos la respuesta del Señor.
[Los barcos] se iban a utilizar en circunstancias peculiares y complicadas, y [el hermano de Jared] necesitaba algo más de lo que los barcos tenían en ese momento: necesitaba aire. Ése era un problema que estaba fuera de su alcance, así que llevó el asunto al Señor; y, dado que estaba completamente más allá de su capacidad de resolverlo, el Señor se lo solucionó y le dijo: “Haz esto y aquello y tendrás aire”.
Pero entonces el hermano de Jared, que tenía confianza porque estaba hablando con el Señor, pues estaba conversando y obteniendo respuestas, hizo otra pregunta: …“¿Qué haremos para tener luz en los barcos?”
El Señor habló un poco con él al respecto y le dijo: “¿Qué quieres que yo haga para que tengáis luz en vuestros barcos?” (Éter 2:23). En otras palabras: “…Te he dado el albedrío; estás investido con la capacidad y la habilidad. Ve y resuelve el problema”.
Y bien, el hermano de Jared entendió el mensaje. Subió a un monte llamado Shelem, y el registro dice que “de una roca fundió dieciséis piedras pequeñas; y eran blancas y diáfanas, como cristal transparente” (Éter 3:1)…
Entonces el Señor hizo lo que el hermano de Jared le pidió, y ésa fue la ocasión en la que él vio el dedo del Señor; y, mientras estaba en sintonía, recibió una revelación que excedía a toda otra que un profeta hubiese obtenido hasta aquel momento. El Señor le reveló más acerca de Su naturaleza y Su personalidad de lo que jamás antes se había revelado; y todo eso ocurrió porque él había hecho cuanto estaba a su alcance y porque había buscado el consejo del Señor.
Existe un delicado equilibrio entre el albedrío y la inspiración. Se espera que hagamos todo lo que nos sea posible y que luego busquemos una respuesta del Señor, un sello que nos confirme que hemos llegado a la conclusión correcta; y a veces, felizmente, también recibimos verdades y conocimiento adicionales que ni siquiera nos habíamos imaginado.

“Según lo que determinen entre sí y conmigo”

Pasemos ahora al caso de estudio número 3: En los primeros tiempos de la historia de la Iglesia, el Señor mandó a los santos a que se congregaran en cierto lugar de Misuri… Ahora, presten atención a lo que sucedió. Es el Señor el que habla:
“Y ahora, según dije concerniente a mi siervo Edward Partridge, ésta es la tierra de su residencia y de los que ha escogido para ser sus consejeros; y también la tierra de la residencia de aquel que he nombrado para encargarse de mi almacén;
“por lo tanto, traigan ellos sus familias a esta tierra, [y aquí está lo importante] según lo que determinen entre sí y conmigo” [D. y C. 58:24–25; cursiva agregada]…
Ven, el Señor dijo “congregarse” en Sión. Los detalles y los arreglos, sin embargo, del cómo y el cuándo y las circunstancias, se determinan por el albedrío de quienes se han llamado para congregarse, pero ellos debían deliberar en consejo con el Señor …
Si ustedes aprenden a usar el albedrío que Dios les ha dado... y a deliberar en consejo con el Señor y consiguen su sello ratificador de aprobación sobre las conclusiones a las que hayan llegado, entonces han recibido revelación.
Después de que el Señor hubo dicho eso al Obispado Presidente de la Iglesia, explicó el principio que regía aquella situación, y que rige todas las situaciones; y ésta es una de nuestras gloriosas verdades reveladas. Él dijo:
“Porque he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas; porque el que es compelido en todo es un siervo perezoso y no sabio; por tanto, no recibe galardón alguno.
“De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia” (D. y C. 58:26–27;[cursiva agregada])…
Esos son los tres casos de estudio; lleguemos ahora a la conclusión revelada…
 Si aprenden a utilizar el albedrío que Dios les ha dado, tratan de tomar sus propias decisiones, llegan a conclusiones que son certeras y correctas, y acuden al Señor y obtienen Su sello de aprobación confirmador en cuanto a las conclusiones a las que hayan llegado, entonces: primeramente, habrán recibido revelación, y segundo, tendrán la gran recompensa de la vida eterna, de ser levantados en el último día…
Ruego que Dios nos conceda sabiduría en estas cosas, que Dios nos conceda el valor y la capacidad de valernos por nosotros mismos y de utilizar nuestro albedrío así como las habilidades y capacidades que poseemos; entonces, seamos lo suficientemente humildes y dóciles al Espíritu para someter nuestra voluntad a la Suya, obtener Su sello confirmador y ratificador de aprobación y, de esa manera, gozar del espíritu de revelación en la vida. Si así lo hacemos, no hay duda en cuanto al resultado: es paz en esta vida; es gloria, honor y dignidad en la vida venidera.


Fuente: https://www.lds.org

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