lunes, 18 de febrero de 2013

La Restauración

Dieter F. Uchtdorf Segundo Consejero de la Primera Presidencia


Debemos estar agradecidos de todo corazón por vivir en la época de la Restauración y llevar la verdad y las bendiciones eternas a nuestros hermanos y hermanas.
Me gustaría hacer de este mensaje mi testimonio de la “restitución de todas las cosas”, que significa, por supuesto, la restauración de todas las cosas. Éste es el mensaje y el testimonio que llevamos al mundo.
Le agradezco a mi esposa, Harriet, su testimonio de la restauración del evangelio de Jesucristo. Si me lo permiten, compartiré con ustedes la historia de la conversión de la familia de mi esposa hace muchos años.
Un domingo, cuando era adolescente y asistía a la Rama Frankfurt, Alemania, los misioneros llevaron a una joven madre y a sus dos bellas hijas a las reuniones de la Iglesia. Todavía recuerdo la impresión que tuve al ver entrar en la capilla a esas dos jóvenes, especialmente recuerdo a la hija mayor. Ella tenía unos 13 años y con sus grandes ojos castaños, y su hermoso cabello negro, me llamó la atención inmediatamente. Pensé: “¡Estos misioneros están haciendo un muy buen trabajo!”. No sabía que aquella jovencita, años más tarde, bendeciría mi vida para siempre.
Pero veo que me estoy adelantando al explicarles esta parte de la historia. Permítanme que la retome desde el principio y les diga cómo esta joven familia conoció a los misioneros.

La conversión de Carmen Reich

Durante el otoño de 1954 dos misioneros estaban haciendo proselitismo en un edificio de apartamentos en la ciudad de Frankfurt. Gradualmente fueron llamando a las puertas y subiendo a los apartamentos superiores sin ningún éxito. Finalmente, llamaron al timbre de la última puerta del cuarto piso. Les abrió la joven Harriet, que inmediatamente pidió a su madre que los invitara a entrar. La hermana Reich al principio titubeó, pero después que Harriet se le rogara otra vez, invitó a entrar al élder Gary Jenkins, de California, y a su compañero.
misioneros
Aquellos dos misioneros realmente fueron guiados por el Espíritu, no solamente hacia dónde tenían que ir, sino también en lo que tenían que decir. Después de explicar brevemente quiénes eran y cuál era el mensaje que querían compartir, los misioneros le dieron un Libro de Mormón a la madre, le pidieron que leyera las Escrituras marcadas, y se fueron después de orar y dejar una bendición.
Regresaron dos días después. Esta vez los misioneros recibieron una amistosa bienvenida y se les invitó a entrar rápidamente. Cuando le preguntaron a la hermana Reich si había leído las Escrituras marcadas en el Libro de Mormón, la hermana Reich les contestó sin titubear: “He leído el libro entero y siento que es verdadero”.
La hermana Carmen Reich tenía sólo 36 años por aquel entonces y era viuda, con dos hijas. Hacía sólo ocho meses que había perdido a su marido, un conocido músico, víctima del cáncer. Después de su inesperada muerte, la familia atravesó un muy mal momento, con un gran número de preguntas sin respuesta, entre ellas: ¿Tiene esta vida algún propósito? ¿Existe algo después de la muerte?; y si es así, ¿qué es? ¿Por qué nacemos? ¿Vivimos antes de esta vida?
Quiero dejar claro que la hermana Reich era una persona religiosa. Le encantaba leer y la Biblia era uno de sus libros favoritos. Creía firmemente que Jesús es el Cristo y trataban de seguir Sus enseñanzas como familia. Eran personas buenas y honradas, y ni siquiera la pérdida de su marido y padre podía despojarlas del sentimiento de ser una familia.
Sin embargo, cuando la hermana Carmen Reich leyó el Libro de Mormón de tapa a tapa, en dos días, sintió algo que no había experimentado antes. Según sus propias palabras, fue “el espíritu de revelación”.
Dijo que podía “sentir inteligencia pura” que fluía hacia ella, dándole “ideas repentinas” de las “cosas que son del Espíritu de Dios”. Estas ideas estaban en consonancia con sus circunstancias especiales. A medida que los misioneros le enseñaban el plan de salvación y otras doctrinas de la Restauración, ella continuaba “[creciendo] en el principio de la revelación [personal]” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 138). Todo lo bueno que había aprendido de su fe luterana recibió un nuevo y más profundo significado y, de repente, su vida cobró una perspectiva eterna divina y totalmente diferente.

El poderoso mensaje de la Restauración

No sintió conflicto alguno por lo que había creído durante tantos años. Antes bien, cuando escuchó el mensaje de la Restauración se abrió una puerta hacia un mundo inundado de luz y lleno de amor y esperanza. Al rememorar aquello ella describía su experiencia de esta manera: “Era como si algo de gran importancia hubiera estado inerte, muerto, y ahora hubiera resucitado a la vida, a la belleza y a la actividad”.
Los mensajes clave de la Restauración tienen el poder de llevar estos sentimientos al corazón y a la mente de la persona que busca sinceramente la verdad, sin tener en cuenta la herencia cultural o religiosa. Para el Espíritu Santo no existen fronteras geográficas ni culturales.
La Restauración en su plenitud completa, realza las verdades que se encuentran en las religiones del mundo.
Los mensajes clave de la Restauración tienen el poder de llevar estos sentimientos al corazón y a la mente de la persona que busca sinceramente la verdad, sin tener en cuenta la herencia cultural o religiosa.
Y ahora voy a finalizar la historia de la hermana Reich, mi estimada suegra. Ella representa en muchos aspectos a la multitud de conversos que se unen a diario a la Iglesia, de todas las religiones, tanto cristianas como no cristianas, incluso de aquellos que no profesan ninguna religión. Lo que les caracteriza a todos es que tienen el deseo y son suficientemente puros para creer cuando Dios habla.
La hermana Reich se bautizó el 7 de noviembre de 1954. En diciembre, unas pocas semanas después de su bautismo, el misionero que la había bautizado le pidió que escribiera su testimonio. El élder Jenkins quería utilizar su testimonio para ayudar a otras personas a sentir el verdadero espíritu de la conversión. Felizmente, aquel misionero guardó durante más de cuarenta años el original escrito a mano, y luego se lo devolvió como un regalo muy especial y lleno de amor. Carmen Reich, mi estimada suegra, falleció en el año 2000, a la edad de ochenta y tres años.
Permítanme leerles algunas partes de su testimonio escrito, pues muestran lo que ella, con sus creencias anteriores, sus necesidades y sus deseos en el momento que conoció a los misioneros, vio como los puntos clave de la Restauración. Ésta es la traducción de su testimonio manuscrito:
“Entre las características especiales de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que no se encuentran en otras comunidades religiosas está, por encima de todo:
“La revelación moderna dada por medio del profeta José Smith.
“La autoridad sagrada del sacerdocio, tal y como era en la época de Jesucristo, con un profeta viviente en la actualidad.
“Le sigue el Libro de Mormón, con su lenguaje claro y puro, y con todas las instrucciones y promesas para la Iglesia de Jesucristo; junto con la Biblia, es verdaderamente un segundo testigo de que Jesucristo vive.
“Fe en un Dios personal, es decir, Dios el Padre, Dios el Hijo y el Espíritu Santo, que abre la puerta a la oración y nos guía personalmente.
“La creencia en una vida premortal, la preexistencia. El conocimiento del propósito de nuestra existencia terrenal y de la vida después de la muerte es sumamente valiosa para nosotros y especialmente interesante e instructiva. El plan de salvación está explicado tan claramente en el Evangelio restaurado que nuestra vida recibe un nuevo significado y dirección.
“La Palabra de Sabiduría. La Iglesia nos ha dado la Palabra de Sabiduría como guía para ayudarnos a llevar a cabo nuestro deseo de mantener nuestro cuerpo y espíritu sanos, y mejorarlos. Ésta es nuestra meta porque sabemos que volveremos a tener nuestro cuerpo con la misma forma después de morir.
“La obra del templo con sus muchas ordenanzas sagradas que hacen posible que las familias estén unidas para siempre. Esta doctrina, algo totalmente nuevo para mí, se recibió por revelación por cponducto del profeta José Smith.”
Vemos pues que la religión en la que nacen las personas puede ser incompleta, pero aún así puede servir de cimiento para recibir la plenitud del Evangelio.

Llevar el mensaje al mundo

De la misma manera que reconocemos y apoyamos el privilegio de que los demás adoren a Dios Todopoderoso de acuerdo con su conciencia, así también reclamamos el derecho de declarar nuestra fe y testimonio del evangelio restaurado de Jesucristo de acuerdo con nuestras creencias.
Para llevar el mensaje a los habitantes del mundo del poder redentor de Cristo y Su Expiación, debemos declarar con valentía y claridad los eventos de 1820 y de años sucesivos. Estos eventos y la revelación sobre la que se fundaron es lo que nos distingue de todas las otras religiones y de todas las otras personas con buenas intenciones.
Profeta José Smith
El profeta José Smith fue a la arboleda cercana a la casa de su familia para ofrecer su primera oración a Dios en voz alta. Dijo: “Vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.
“…Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” (José Smith—Historia 1:16–17).
Desde ese día los cielos estuvieron de nuevo abiertos. José aprendió línea sobre línea, precepto por precepto. Estudió las Escrituras y estuvo en comunión con ángeles. Apóstoles y profetas de la antigüedad vinieron para conferirle la autoridad sagrada y las llaves del sacerdocio. Mensajeros celestiales le enseñaron las ordenanzas de la vida sempiterna y de los misterios del reino de Dios. La revelación fluyó de lo alto.
Testifico que las llaves del reino de Dios están hoy sobre la tierra y que las tienen los Apóstoles del Señor Jesucristo. El Presidente de la Iglesia, que es el Apóstol de mayor antigüedad, tiene todas las llaves necesarias para presidir sobre toda la obra de organización y ordenanzas de la Iglesia. Actualmente el Presidente Thomas S. Monson tiene esta autoridad. Es nuestro profeta, el más reciente en una sucesión ininterrumpida de profetas y apóstoles desde José Smith hasta nuestro día.
Tener la plenitud del Evangelio no debiera ser motivo para ser arrogantes o mantener una actitud de “ser más santo que otros”. Simplemente deberíamos estar agradecidos de todo corazón por el privilegio de vivir en la época de la Restauración y llevar la verdad y las bendiciones eternas a nuestros hermanos y hermanas.
Así pues, sean humildes y testifiquen de la restauración del Evangelio y de José Smith como un verdadero profeta de Dios. Vivan el Evangelio con gozo y sean fieles a los convenios y mandamientos que nos ha dado nuestro amoroso Padre Celestial.
Tengan valor. Tengan fe. No teman. Confíen en el Señor.
Tomado de un discurso pronunciado el 27 de julio de 2006 en un seminario para nuevos presidentes de misión.



Fuente: https://www.lds.org

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